CRÍTICA
Y FICCIÓN
Profesor
Cristóbal Vergara
Escribí
hace algunos días acerca de Nombre Falso,
de Ricardo Piglia. Si bien la lectura
de aquel texto resulta amena, de soslayo el lector habrá percibido las
complejidades que en aquella escritura se despliegan, así como el borrón
constante y malintencionado del autor con respecto a los límites entre la
ficción y la realidad. Interesante punto es aquel. Porque al final ¿dónde
radican aquellos límites? La realidad adquiere forma y sentido mediante el
lenguaje; este mismo lenguaje es el material imprescindible de la escritura
literaria; esta escritura también da forma y sentido a la realidad,
desplegándola o retorciéndola, extendiendo o constriñendo, dando vida o
aniquilando. ¿Dónde radican los límites entre lo literario y no que no lo es? Insisto
en una pregunta que es necesaria para comprender la poética de Piglia, proyecto
de escritura pormenorizado mediante entrevistas en el texto Críritca y ficción, donde los vínculos
entre realidad y ficción se relativizan a través de lúcidos cuestionamientos al
ejercicio escritural y editorial, así como a la teoría literaria y la estética,
sin olvidar el cine, el psicoanálisis, la política y el poder.
Los
ataques al canon académico acá son constantes. Piglia, profesor universitario,
cuestiona un ejercicio crítico que se ha consolidado a través de la
sedimentación de miradas monológicas a la literatura y un cierre de criterios
que se relaciona íntimamente con la posesión y el ejercicio del poder. En La lectura de ficción (1984), defiende
la interpretación del canon según un modelo de diáspora, donde cada sujeto
lector es “dueño de leer lo que quiere en un texto”, frente a un contexto
político y económico que tiende hacia la represión y el silenciamiento que el
autor cuestiona defendiendo la libertad crítica y el goce de la obra de arte.
Los mismos estados represivos latinoamericanos son puestos en duda a través de
uno de los principios estéticos de Piglia: todo es susceptible de ser ficción;
de esta manera, el ocultamiento de la verdad impulsado por las dictaduras se
performatiza a través de un relato, de una ficción criminal que se relaciona
profundamente con el monologismo crítico antes mencionado.
En Primera persona (1992), al autor es
tajante con respecto al arte y la estética: la mercantilización postmoderna de
los medios de representación ha terminado por constituir una mirada sobre la
literatura a partir de un gusto semiculto propio del estado burgués; de esta
forma, el llamado “buen gusto” se impone como un sello de clase que se
manifiesta también en una displicencia hacia el conflicto social y la
posibilidad de enunciación de voces disidentes que estancan el desarrollo de la
literatura. Afirma, en Borges como
crítico (1997), la necesidad de replantear los códigos que rigen los
espacios sociales destinados al escritor de ficción; éste, dice Piglia,
difumina los márgenes, modifica las categorías y las tradiciones definiendo
nuevos contextos de lectura. Toda escritura es intencional y agresiva, al
parecer. Es trabajo del lector determinar qué es lo agraviado y con qué
intención.
La
lectura acerca de qué es la literatura en la actualidad resulta
interesantísima. En Conversación en Princeton (1998), Piglia sostiene que la sociedad
capitalista hereda la literatura, pero hubiese sido imposible su nacimiento en
el actual contexto; la improductividad y el ejercicio de una actividad
desprovista de todo valor económico constituye una opacidad inentendible en la
lógica del capital, que aspiraría a la muerte de la escritura de la ficción.
Síntoma de aquello sería la sustitución de la lectura por el consumo de
televisión; consecuencia, el vaciamiento de un discurso que alienta hacia la
educación como medio para la especialización, donde las Humanidades tienen como
uno de sus focos principales en debate en torno a la literatura.
Las
opiniones de Ricardo Piglia son variadas y de variados temas. Sin embargo, la
experimentación y el cuestionamiento de las formas parecieran ser
preocupaciones constantes para un autor situado tanto en la academia como en el
margen creativo, experimental pero nostálgico, crítico de los cánones, pero
defensor también de estas inutilidades que son la escritura, el arte y el
pensamiento. Complejo, sí, pero de lectura vital para lograr una comprensión de
los avatares de la literatura latinoamericana desde los últimos cuarenta años.
Piglia, Ricardo. Crítica y ficción. Buenos Aires:
Debolsillo, 2014. 224 págs.
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