lunes, 18 de agosto de 2014

EICHMAN EN JERUSALÉN – HANNAH ARENDT



EICHMAN EN JERUSALÉN – HANNAH ARENDT

Cristóbal Vergara Espinoza

La Humanidad siempre ha sabido de odio. Parafraseando a Foucault, pareciera que la Historia no es más que una inconexa arena de lucha, un campo de retrocesos y avances signado por la violencia y el sinsentido. De eso y más habla Hannah Arendt, filósofa política alemana, en Eichman en Jerusalén, profundo y documentado ensayo que la autora escribió a partir de su experiencia como corresponsal para la revista The New Yorker en el juicio contra el nazi Adolf Eichman realizado en Tel Aviv durante 1961.
Al contrario de lo sucedido en los Juicios de Núremberg, donde los acusados fueron juzgados por el conjunto de las naciones aliadas y a partir de crímenes cometidos en contra de la Humanidad, el caso de Eichman destacó desde un principio por su singularidad. Localizado en Argentina, es secuestrado y sacado ilegalmente del país por el Mossad a petición expresa del primer ministro Ben Gurión bajo un imperativo de innegable peso histórico: Eichman sería el primer nazi juzgado por una corte judía y por crímenes cometidos contra aquel pueblo (nótese la diferencia semántica con respecto a Núremberg); la idea de fondo buscaba validar la existencia y jurisdicción del naciente estado israelí. Acusado de implementar la llamada Solución Final, el teniente alemán es finalmente ahorcado e incinerado en 1962 luego de un controvertido juicio público abierto a la prensa de todo el mundo.
Más allá de la mediatización del caso, lo que motiva a Arendt a realizar la escritura de su trabajo es la necesidad de reflexionar acerca del “sujeto Eichman”: ¿Qué motiva a un hombre a participar en el exterminio sistematizado de un pueblo? Las conclusiones de la autora son tan valiosas como controversiales. A partir de su observación y análisis, Arendt afirma que Eichman nunca manifestó tendencias antisemitas o un carácter retorcido o de inclinaciones violentas. Todo lo contrario, parecía que éste no era más que un burócrata de uniforme que hizo, de la mejor/peor manera posible, aquello que le fue encomendado. Esto lleva a la autora a acuñar el concepto de “la banalidad del mal”: la pérdida de las dimensiones de las propias acciones a partir de la pertenencia del sujeto a un sistema que le pide realizar acciones particulares, como el exterminio. Sin ser menos culpable ni disculpables sus acciones, Eichman encarnó un tipo de personalidad que distaba mucho de la figura demoniaca presentada por Ben Gurión en Tel Aviv, un sujeto corriente que sólo actuó motivado por las ansias de hacer un buen trabajo.
A partir de “la banalidad del mal” el sujeto es capaz de llevar cabo actos como la tortura y el asesinato debido a que el sistema al cual pertenece le ordena hacerlos desde una extremada verticalidad que banaliza las consecuencias. Así, lo que Arendt describe en este ensayo es la complejidad del alma humana, un límite difuso y complejo que relativiza las nociones de justicia e injusticia en la convulsionada historia del pasado siglo.

Arendt, Hannah. Eichman en Jerusalén (1964). Barcelona: DeBols!llo, décima edición: 2014. 440 págs. 

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