UN
CUARTO PROPIO – VIRGINIA WOOLF
Cristóbal
Vergara Espinoza
Evidentemente
la condición genérica es una construcción cultural: ropita rosada y muñecas
para ellas, ropita celeste y fútbol para ellos. Desde aquella primera
diferenciación, roles diversos se asignan a hombre y mujer a partir de
supuestas aptitudes propias de cada uno, aptitudes que históricamente han
determinado decisiones con respecto a la estructuración de la familia, el
régimen del trabajo, el salario, los espacios públicos y privados, la presencia
en la reflexión cultural, etcétera. La lista es infinita. Hombres y mujeres,
claro, estamos determinados a repertorios diferentes que configuran situaciones
de injusticia, opresión y dependencia. ¿Con qué herramientas escribe su novela
la señora chancletera cuyos méritos han sido los de la complementación: la hija
de, la esposa de, la madre de? ¿Cuáles son sus relatos y aportes, reflexiones y
críticas a una cultura a la que no ha tenido acceso?
En
este escenario Virginia Woolf exhorta a las mujeres, aunque no solo a ellas, a
llevar a cabo la reclamación de un cuarto propio. Reclamación que no es otra
cosa que la recusación de un poder que configura dependencia: económica,
claramente, pero más que eso. El sujeto carente se construye en torno a un
relato asimétrico que no permite espacios de legitimación alternos, subyugando
sus intentos de autorepresentación a la extrañeza y al margen. La mujer, en
este relato, carece de pasado, de evasiones y de espacios que permitan la
reflexión en torno a su propia condición. Y, claro, los tiempos avanzan y las
sociedades apuntan hacia la democratización, emitiendo nuevos relatos que
restituyen el valor a la mujer. Sin embargo, estos relatos siguen signados por
un componente genérico masculino que configura a un Otro incomprensible y
problemático que trabaja y se independiza, sí, pero siempre con el “riesgo” del
embarazo y la falta de productividad, que debe ser reglamentado desde la
“especificidad” de su condición de parturienta, de criadora, de madre, tratada
con distancia en “esos días”.
Ya en
1929 el ensayo de Woolf expone la situación de marginalidad, dependencia,
silenciamiento y falta de tradición a la que se enfrentaron día a día las
mujeres en la primera mitad del siglo XX. A las que se enfrentan aún hoy las
mismas mujeres. Sin embargo ¿no es acaso esta misma situación un fenómeno
transversal, una problemática que nos afecta a todos, a nosotros los Otros, los
que no somos vástagos de las estirpes europeas o norteamericanas? Pregunto,
básicamente ¿no necesitamos nosotros acaso nuestra independencia, nuestro
relato, nuestro cuarto propio?
Según
Woolf, la dependencia económica es una de las principales razones por las
cuales la mujer ha tenido tan poca presencia en las esferas de la alta cultura.
Eso es claro. La restricción de los espacios laborales fue una tónica de las
relaciones genéricas hasta la II Guerra Mundial, momento en el que
excepcionalmente las mujeres norteamericanas son recibidas en las fábricas para
suplir la carencia de los hombres que habían marchado a la Guerra. Pero
llevemos esta conclusión un paso más allá. Seamos lectores críticos y
preguntemos ¿no es esta misma dependencia la que determina las asimetrías del
poder en toda relación? ¿No somos dependientes acaso los provincianos, las
minorías todas, los latinoamericanos?
Siguiendo
esta lógica, propongo la lectura de Un
cuarto propio a la luz de la crítica a toda relación de dependencia. Afirma
Woolf que la mitad del género humano afirma que la otra mitad es inferior.
Llevemos esto a todo orden de cosas. La mitad “superior” constriñe a la otra,
la oprime, silencia y margina. Así, la posesión de un cuarto propio constituye
la necesidad de una independencia negada a la que todo sujeto debe acceder, una
aspiración de emancipación que vaya más allá de signaturas genéricas, étnicas y
geográficas, un proyecto de legitimación a través de la libertad de
autodeterminación y crítica. Si lo problematizado por Virginia Woolf sigue
vigente, por algo será. Enciérrese, lea, piensa y critique.
Woolf,
Virginia. Un cuarto propio, 1929. Argentina: Random House Mondadori,
2014. 155 págs.
Cristóbal
Vergara Espinoza
Evidentemente
la condición genérica es una construcción cultural: ropita rosada y muñecas
para ellas, ropita celeste y fútbol para ellos. Desde aquella primera
diferenciación, roles diversos se asignan a hombre y mujer a partir de
supuestas aptitudes propias de cada uno, aptitudes que históricamente han
determinado decisiones con respecto a la estructuración de la familia, el
régimen del trabajo, el salario, los espacios públicos y privados, la presencia
en la reflexión cultural, etcétera. La lista es infinita. Hombres y mujeres,
claro, estamos determinados a repertorios diferentes que configuran situaciones
de injusticia, opresión y dependencia. ¿Con qué herramientas escribe su novela
la señora chancletera cuyos méritos han sido los de la complementación: la hija
de, la esposa de, la madre de? ¿Cuáles son sus relatos y aportes, reflexiones y
críticas a una cultura a la que no ha tenido acceso?
En
este escenario Virginia Woolf exhorta a las mujeres, aunque no solo a ellas, a
llevar a cabo la reclamación de un cuarto propio. Reclamación que no es otra
cosa que la recusación de un poder que configura dependencia: económica,
claramente, pero más que eso. El sujeto carente se construye en torno a un
relato asimétrico que no permite espacios de legitimación alternos, subyugando
sus intentos de autorepresentación a la extrañeza y al margen. La mujer, en
este relato, carece de pasado, de evasiones y de espacios que permitan la
reflexión en torno a su propia condición. Y, claro, los tiempos avanzan y las
sociedades apuntan hacia la democratización, emitiendo nuevos relatos que
restituyen el valor a la mujer. Sin embargo, estos relatos siguen signados por
un componente genérico masculino que configura a un Otro incomprensible y
problemático que trabaja y se independiza, sí, pero siempre con el “riesgo” del
embarazo y la falta de productividad, que debe ser reglamentado desde la
“especificidad” de su condición de parturienta, de criadora, de madre, tratada
con distancia en “esos días”.
Ya en
1929 el ensayo de Woolf expone la situación de marginalidad, dependencia,
silenciamiento y falta de tradición a la que se enfrentaron día a día las
mujeres en la primera mitad del siglo XX. A las que se enfrentan aún hoy las
mismas mujeres. Sin embargo ¿no es acaso esta misma situación un fenómeno
transversal, una problemática que nos afecta a todos, a nosotros los Otros, los
que no somos vástagos de las estirpes europeas o norteamericanas? Pregunto,
básicamente ¿no necesitamos nosotros acaso nuestra independencia, nuestro
relato, nuestro cuarto propio?
Según
Woolf, la dependencia económica es una de las principales razones por las
cuales la mujer ha tenido tan poca presencia en las esferas de la alta cultura.
Eso es claro. La restricción de los espacios laborales fue una tónica de las
relaciones genéricas hasta la II Guerra Mundial, momento en el que
excepcionalmente las mujeres norteamericanas son recibidas en las fábricas para
suplir la carencia de los hombres que habían marchado a la Guerra. Pero
llevemos esta conclusión un paso más allá. Seamos lectores críticos y
preguntemos ¿no es esta misma dependencia la que determina las asimetrías del
poder en toda relación? ¿No somos dependientes acaso los provincianos, las
minorías todas, los latinoamericanos?
Siguiendo
esta lógica, propongo la lectura de Un
cuarto propio a la luz de la crítica a toda relación de dependencia. Afirma
Woolf que la mitad del género humano afirma que la otra mitad es inferior.
Llevemos esto a todo orden de cosas. La mitad “superior” constriñe a la otra,
la oprime, silencia y margina. Así, la posesión de un cuarto propio constituye
la necesidad de una independencia negada a la que todo sujeto debe acceder, una
aspiración de emancipación que vaya más allá de signaturas genéricas, étnicas y
geográficas, un proyecto de legitimación a través de la libertad de
autodeterminación y crítica. Si lo problematizado por Virginia Woolf sigue
vigente, por algo será. Enciérrese, lea, piensa y critique.
Woolf,
Virginia. Un cuarto propio, 1929. Argentina: Random House Mondadori,
2014. 155 págs.
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