lunes, 18 de agosto de 2014

UN CUARTO PROPIO – VIRGINIA WOOLF




UN CUARTO PROPIO – VIRGINIA WOOLF

Cristóbal Vergara Espinoza

Evidentemente la condición genérica es una construcción cultural: ropita rosada y muñecas para ellas, ropita celeste y fútbol para ellos. Desde aquella primera diferenciación, roles diversos se asignan a hombre y mujer a partir de supuestas aptitudes propias de cada uno, aptitudes que históricamente han determinado decisiones con respecto a la estructuración de la familia, el régimen del trabajo, el salario, los espacios públicos y privados, la presencia en la reflexión cultural, etcétera. La lista es infinita. Hombres y mujeres, claro, estamos determinados a repertorios diferentes que configuran situaciones de injusticia, opresión y dependencia. ¿Con qué herramientas escribe su novela la señora chancletera cuyos méritos han sido los de la complementación: la hija de, la esposa de, la madre de? ¿Cuáles son sus relatos y aportes, reflexiones y críticas a una cultura a la que no ha tenido acceso?
En este escenario Virginia Woolf exhorta a las mujeres, aunque no solo a ellas, a llevar a cabo la reclamación de un cuarto propio. Reclamación que no es otra cosa que la recusación de un poder que configura dependencia: económica, claramente, pero más que eso. El sujeto carente se construye en torno a un relato asimétrico que no permite espacios de legitimación alternos, subyugando sus intentos de autorepresentación a la extrañeza y al margen. La mujer, en este relato, carece de pasado, de evasiones y de espacios que permitan la reflexión en torno a su propia condición. Y, claro, los tiempos avanzan y las sociedades apuntan hacia la democratización, emitiendo nuevos relatos que restituyen el valor a la mujer. Sin embargo, estos relatos siguen signados por un componente genérico masculino que configura a un Otro incomprensible y problemático que trabaja y se independiza, sí, pero siempre con el “riesgo” del embarazo y la falta de productividad, que debe ser reglamentado desde la “especificidad” de su condición de parturienta, de criadora, de madre, tratada con distancia en “esos días”.
Ya en 1929 el ensayo de Woolf expone la situación de marginalidad, dependencia, silenciamiento y falta de tradición a la que se enfrentaron día a día las mujeres en la primera mitad del siglo XX. A las que se enfrentan aún hoy las mismas mujeres. Sin embargo ¿no es acaso esta misma situación un fenómeno transversal, una problemática que nos afecta a todos, a nosotros los Otros, los que no somos vástagos de las estirpes europeas o norteamericanas? Pregunto, básicamente ¿no necesitamos nosotros acaso nuestra independencia, nuestro relato, nuestro cuarto propio?
Según Woolf, la dependencia económica es una de las principales razones por las cuales la mujer ha tenido tan poca presencia en las esferas de la alta cultura. Eso es claro. La restricción de los espacios laborales fue una tónica de las relaciones genéricas hasta la II Guerra Mundial, momento en el que excepcionalmente las mujeres norteamericanas son recibidas en las fábricas para suplir la carencia de los hombres que habían marchado a la Guerra. Pero llevemos esta conclusión un paso más allá. Seamos lectores críticos y preguntemos ¿no es esta misma dependencia la que determina las asimetrías del poder en toda relación? ¿No somos dependientes acaso los provincianos, las minorías todas, los latinoamericanos?
Siguiendo esta lógica, propongo la lectura de Un cuarto propio a la luz de la crítica a toda relación de dependencia. Afirma Woolf que la mitad del género humano afirma que la otra mitad es inferior. Llevemos esto a todo orden de cosas. La mitad “superior” constriñe a la otra, la oprime, silencia y margina. Así, la posesión de un cuarto propio constituye la necesidad de una independencia negada a la que todo sujeto debe acceder, una aspiración de emancipación que vaya más allá de signaturas genéricas, étnicas y geográficas, un proyecto de legitimación a través de la libertad de autodeterminación y crítica. Si lo problematizado por Virginia Woolf sigue vigente, por algo será. Enciérrese, lea, piensa y critique.  
  
Woolf, Virginia. Un cuarto propio, 1929. Argentina: Random House Mondadori, 2014. 155 págs. 






Cristóbal Vergara Espinoza

Evidentemente la condición genérica es una construcción cultural: ropita rosada y muñecas para ellas, ropita celeste y fútbol para ellos. Desde aquella primera diferenciación, roles diversos se asignan a hombre y mujer a partir de supuestas aptitudes propias de cada uno, aptitudes que históricamente han determinado decisiones con respecto a la estructuración de la familia, el régimen del trabajo, el salario, los espacios públicos y privados, la presencia en la reflexión cultural, etcétera. La lista es infinita. Hombres y mujeres, claro, estamos determinados a repertorios diferentes que configuran situaciones de injusticia, opresión y dependencia. ¿Con qué herramientas escribe su novela la señora chancletera cuyos méritos han sido los de la complementación: la hija de, la esposa de, la madre de? ¿Cuáles son sus relatos y aportes, reflexiones y críticas a una cultura a la que no ha tenido acceso?
En este escenario Virginia Woolf exhorta a las mujeres, aunque no solo a ellas, a llevar a cabo la reclamación de un cuarto propio. Reclamación que no es otra cosa que la recusación de un poder que configura dependencia: económica, claramente, pero más que eso. El sujeto carente se construye en torno a un relato asimétrico que no permite espacios de legitimación alternos, subyugando sus intentos de autorepresentación a la extrañeza y al margen. La mujer, en este relato, carece de pasado, de evasiones y de espacios que permitan la reflexión en torno a su propia condición. Y, claro, los tiempos avanzan y las sociedades apuntan hacia la democratización, emitiendo nuevos relatos que restituyen el valor a la mujer. Sin embargo, estos relatos siguen signados por un componente genérico masculino que configura a un Otro incomprensible y problemático que trabaja y se independiza, sí, pero siempre con el “riesgo” del embarazo y la falta de productividad, que debe ser reglamentado desde la “especificidad” de su condición de parturienta, de criadora, de madre, tratada con distancia en “esos días”.
Ya en 1929 el ensayo de Woolf expone la situación de marginalidad, dependencia, silenciamiento y falta de tradición a la que se enfrentaron día a día las mujeres en la primera mitad del siglo XX. A las que se enfrentan aún hoy las mismas mujeres. Sin embargo ¿no es acaso esta misma situación un fenómeno transversal, una problemática que nos afecta a todos, a nosotros los Otros, los que no somos vástagos de las estirpes europeas o norteamericanas? Pregunto, básicamente ¿no necesitamos nosotros acaso nuestra independencia, nuestro relato, nuestro cuarto propio?
Según Woolf, la dependencia económica es una de las principales razones por las cuales la mujer ha tenido tan poca presencia en las esferas de la alta cultura. Eso es claro. La restricción de los espacios laborales fue una tónica de las relaciones genéricas hasta la II Guerra Mundial, momento en el que excepcionalmente las mujeres norteamericanas son recibidas en las fábricas para suplir la carencia de los hombres que habían marchado a la Guerra. Pero llevemos esta conclusión un paso más allá. Seamos lectores críticos y preguntemos ¿no es esta misma dependencia la que determina las asimetrías del poder en toda relación? ¿No somos dependientes acaso los provincianos, las minorías todas, los latinoamericanos?
Siguiendo esta lógica, propongo la lectura de Un cuarto propio a la luz de la crítica a toda relación de dependencia. Afirma Woolf que la mitad del género humano afirma que la otra mitad es inferior. Llevemos esto a todo orden de cosas. La mitad “superior” constriñe a la otra, la oprime, silencia y margina. Así, la posesión de un cuarto propio constituye la necesidad de una independencia negada a la que todo sujeto debe acceder, una aspiración de emancipación que vaya más allá de signaturas genéricas, étnicas y geográficas, un proyecto de legitimación a través de la libertad de autodeterminación y crítica. Si lo problematizado por Virginia Woolf sigue vigente, por algo será. Enciérrese, lea, piensa y critique.  
  
Woolf, Virginia. Un cuarto propio, 1929. Argentina: Random House Mondadori, 2014. 155 págs. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario